Eduardo Lamazon publica el siguiente mensaje en redes sociales:
Son diez años del adiós. Moría José Sulaimán. Final del camino para un luchador invencible, un reformador implacable, un líder que despertaba admiración.
Nos conocimos en Montecarlo hace muchos años, después de haber mantenido copiosa correspondencia. Debe haber sido 1977.
Testigo de ese encuentro fue Alfredo Evangelista, el uruguayo que después peleó bravío 15 rounds con Muhammad Ali.
Era un tiempo esencial para la sobrevivencia del boxeo, que necesitaba imperiosas reformas, o morir.
De esa temida hecatombe sabía el mundo entero pero no había quien hiciera la cirugía mayor. Había enfermo, pero no había cirujano.
Sulaimán llegó con una oferta que era lo que el boxeo requería. Bramaba en los foros y en las tribunas “No existe ni ha nacido siquiera quien pueda comprarnos con el poder del dinero.”
No obstante su listita de pendientes no fue la herramienta para trascender.
La magia estuvo en su poder de seducción.
Yo le decía que si hubiera sido cura habría llegado a Papa, o si dirigente del deporte mexicano, México habría ganado dos mundiales.
Hacía lo que otros no podían.
Abría las puertas más herméticamente cerradas y llegaba a donde iba. Conquistó Nueva York, California y Nevada, y se puso a trabajar.
La misión era crear unión en la comunidad boxística del mundo y hacer representativo al Consejo Mundial de Boxeo para que un campeón fuera el campeón, que para eso sirve un organismo.
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Eduardo Lamazon y su cercanía con Don José
En aquellos años es posible que yo haya estado con él más horas que sus hijos. Creo con firmeza que don José hizo la mejor época del boxeo, peleó con canallas y tiburones: Don King, Bob Arum,
Los Duva, Frank Warren, Rafito, no venían del jardín de niños.
Fue un tiempo memorable y colosal. Fue el tiempo de Muhammad Ali, de Julio César Chávez, de Alexis Arguello, de Sal Sánchez, del Mano de Piedra, de Mike Tyson, de Carlos Monzón tan adentro en mis quereres.
José Sulaimán era un especialista en arreglar imposibles y un hombre querido por las mayorías a pesar de haber ocupado una silla que no es para cosechar simpatías.
Nunca olvidaré a José Sulaimán.
El tiempo se va y no vuelve, y las pérdidas duelen siempre.
No olvidamos, querido José, su ausencia de 10 años. Solamente, lo extrañamos.
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